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Alfredo Evangelista y José Legrá, reunidos en diciembre.
El combate sin fin de dos españoles

El combate sin fin de dos españoles

José Legrá y Alfredo Evangelista, primeros españoles becados por el Fondo Sulaimán de ayudaa exboxeadores, esquivan los duros golpes de la vida

joseba vázquez

Domingo, 12 de febrero 2017, 02:23

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Casi 400 millones de las pesetas de principios de los años setenta. Suficiente para adquirir entonces 140 viviendas de 150 metros cuadrados en el centro selecto de Madrid o Barcelona, pagar un crucero de un mes en temporada alta por el Caribe a la totalidad de vecinos de una localidad de 5.600 habitantes, o hacerse con una envidiable flota de 280 unidades del deportivo Mercedes 300 SL, el mítico y exclusivo alas de gaviota. A eso ascendía la fortuna personal de José Legrá en el momento de su retirada, en 1973, según declaración del propio protagonista. Un privilegiado entre privilegiados en una época y un país en el que se abonaban 20,95 pesetas (doce céntimos de euro) por un cartón de leche, 9 por una barra de pan, 8 por el periódico o 10 por una caña de cerveza. El litro de gasolina súper cotizaba a 24 pesetas y el salario mínimo interprofesional equivalía a unos 48 euros frente a los 707,60 de hoy. Casi 400 millones de aquellas pesetas... Un caudal sobresaliente, un patrimonio excepcional. Pero no inacabable. Como a menudo sucede, esa vasta hacienda se esfumó casi en su totalidad. «Nadie se puede imaginar el dinero que yo tiré», confesaba el exboxeador en una reciente entrevista radiofónica. «Por estúpido, por imbécil», añadió. Así, tan sincero, tan desnudo.

Subidos a una montaña rusa

  • José Legrá Utría

  • Nacido en Baracoa, Cuba (19-4-1943), emigró a España en 1963. Tres años más tarde fue nacionalizado. Fue siete veces campeón de Europa y ganó dos Mundiales del peso pluma, en julio de 1968 y diciembre de 1972. Se retiró en 1973 tras 133 victorias (50 por nocaut), 11 derrotas y 4 combates nulos. Dice haber «tirado» 400 millones de pesetas (2,4 millones de euros).

  • Alfredo Evangelista

  • Uruguayo de Montevideo (4-12-1954), obtuvo la ciudadanía española en 1975, apenas dos años después de llegar. Seis veces campeón de Europa del peso pesado, se retiró con 61 triunfos (41 por k.o.), 13 derrotas y 4 nulos. Pasó cinco años en la cárcel, condenado por tráfico de drogas. Salió en el 2000 y en 2006 superó un cáncer de vejiga. Vive en Zaragoza, tiene dos hijos y dos nietas.

El ocaso financiero de otra celebridad. El enésimo ídolo rasgado. En sus días de mayor gloria, cuando contaba las peleas por victorias y acumulaba títulos internacionales 7 europeos y 2 mundiales, el dinero le llovía de maner torrencial al Puma de Baracoa, como le apodó el maestro Alcántara, don Manuel. Dinero rápido, bolsillo alegre. Pepe Legrá gastó muchos billetes en lujos innecesarios, amistades poco recomendables y regalos carísimos a mujeres. El púgil hispano cubano era un ligón y se jacta de ello. «Yo he tenido siempre mucha suerte en cuestión de amores. Y el color de mi piel me ha ayudado, je je», relató en cierta ocasión. También ha llegado a reconocer que algún combate lo disputó después de pasar la noche sin dormir y en compañía femenina. «No era lo más recomendable, pero...». Dicharachero, alegre y jovial Legrá. Como su estilo sobre el ring: ágil, bailarín, esquivo. Era casi intocable en el cuadrilátero, pero frágil fuera de él. El Puma de Baracoa invirtió en negocios inmobiliarios poco rentables y se aventuró en una empresa de calzado deportivo, Legrá Sports, de la que salió mal parado y enemistado con un socio nada fiable. En 1976 publicó un libro de memorias, Golpe bajo, y en los noventa apareció en programas como VIP Noche o Tuttifrutti de la cadena Telecinco. También trabajó en una compañía de seguridad. Pero nada de esto funcionó bien.

Hace ya tiempo que el excampeón mundial del peso pluma dejó de ser rico. Emparejado con una mujer dieciséis años más joven que él, Legrá vive de su pensión, algún ingreso puntual y de la ayuda del periodista José María García, que «todos los meses me da un buen dinero», agradece el mito.

El benefactor mexicano

Pepe Legrá fue uno de esos instrumentos caprichosos que el general Franco utilizó para narcotizar a un país sometido y sacar pecho ante una comunidad internacional en la que España representaba un molesto anacronismo. Impulsado por sus propios complejos, el dictador nacionalizó por la vía rápida a aquel habilidoso negrito emigrado desde Cuba que prometía honores deportivos a un régimen en irrefrenable decadencia. Lo mismo hizo más tarde, ya en sus últimos días, con un muchachote uruguayo de casi 1,90 que tumbaba rivales a contundentes mandobles. Alfredo Evangelista Chamorro aterrizó en Madrid en 1973, con 18 añitos, y venticuatro meses después ya tenía la ciudadanía. Correspondió con generosidad: en diez años ofreció a España seis campeonatos de Europa de los pesados.

La cumbra de 'El lince de Montevideo'

  • 16 de mayo de 1977. Fecha grabada en oro y brillantes en el álbum de Alfredo Evangelista. Combate por el título mundial del peso pesado en el Capital Centre de Landover, muy cerca de Washington DC. En una esquina, un joven hispano uruguayo de 22 años. Enfrente, el emperador del cuadrilátero, un Muhammad Ali que a sus 35 primaveras iniciaba su curva descendente pero aún rocoso, inexpugnable. El lince de Montevideo ingresó una bolsa de ocho millones de pesetas pero, sobre todo, se hizo un hueco en la historia al aguantarle los quince asaltos al depredador de Louisville. Derrota a los puntos, triunfo en todo lo demás. Y mucho orgullo «Muy pocos rivales de Ali pueden decir que no los tumbó», expresa Evangelista, que un año más tarde volvió a probar suerte en Las Vegas con otro grande, Larry Holmes. Este sí le derribó en el séptimo asalto. Existe en Uruguay un proyecto de homenaje a Evangelista al cumplirse los 40 años de la pelea con Ali, pero está por confirmar.

La nacionalización exprés no es el único nexo que vincula a Legrá y Evangelista, que han logrado salir de las cuerdas contra las que en momentos se han visto acorralados. El pasado 30 de diciembre se convirtieron en los primeros españoles integrados en el Fondo José Sulaimán, un organismo con sede en Nevada que lleva el nombre del ya fallecido promotor mexicano que fuera presidente del Consejo Mundial de Boxeo y que, desde hace cuatro años, presta ayuda a excampeones en dificultades económicas. El Fondo otorga a cada uno de sus beneficiados becas anuales revisables de 10.000 dólares, unos 9.300 euros al cambio actual. Ambos deportistas tuvieron también la oportunidad de conocer al más grande entre los grandes. Antes de venir a España, Legrá coincidió en un gimnasio de Miami con un joven púgil que acababa de ganar el oro de los semipesados en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960, un tal Cassius Clay. Con este ya convertido en Muhammad Ali llegó a pelear Evangelista en una fecha imborrable en su carrera, mayo de 1977. Y aguantó como un jabato quince asaltos al mejor de todos los tiempos.

El lince de Montevideo vivió entonces la cúspide de su carrera. Bastante después las cosas le fueron mucho peor. Retirado en 1988, Evangelista se dejó llevar por nocivas compañías en Madrid y en 1995 fue detenido y condenado por tráfico de drogas. Pagó con cinco años de cárcel y multa de 101 millones de pesetas. Más adelante superó un cáncer de vejiga. Ahora vive en Zaragoza, «tranquilo, sin la excitación y las fiestas de Madrid... Aquello es muy grande», narraba ayer a este periódico. Tiene pareja, dos hijos y dos nietas y tres días a la semana prepara a jóvenes púgiles en el gimnasio del excampeón mundial José Antonio López Bueno. «Hago lo que me gusta, saco alguna perrita y también tengo mi pensión. Estoy a gusto». Sencillo hombre grande.

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