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El 'bla bla bla' de los murciélagos

El 'bla bla bla' de los murciélagos

Científicos israelíes descifran el habla del único mamífero volador. Viven juntos por miles y durante décadas. Se gritan y chillan para comer , aparearse y colgarse de sus ‘ciudades’ cueva

antonio corbillón

Sábado, 14 de enero 2017, 00:28

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Es el único mamífero irracional capaz de vivir décadas hasta 40 años junto a miles de convecinos con los que lo comparte todo. Comida, espacio, lucha por la reproducción y estatus. Son capaces de formar las ciudades mamíferas no humanas más grandes que se conocen. Con sus menos de 30 gramos de peso, es también el único amamantado que vuela. Un minúsculo fenómeno de la naturaleza, una especie de dron de carne y hueso que puede ayudarnos a explicar muchas cosas del comportamiento animal.

Y del humano. Un equipo de científicos del Laboratorio de Neuroecología del Departamento de Zoología de la Universidad de Tel Aviv (Israel) cree haber despejado las conversaciones del patio de vecindad que forman los murciélagos. Asu director, el joven investigador Yossi Yovel, ya le llaman el Batman de la ciencia.

Su empeño ha puesto orden en la insondable cacofonía de chirridos y gritos que pueden escucharse en esas colonias de individuos colgados boca abajo y que suelen juntarse hasta por cientos de miles. «Cuando entras en una cueva de murciélagos, oyes un montón de bla bla bla. Algo muy agresivo. Pero ¿son simplemente gritos o hay información tras el ruido?», se pregunta Yovel tras publicar en la revista Scientific Reports un informe que ha despertado el interés general.

El Batman israelí y su equipo se pasaron 75 días grabando imagen y audio continuos con 22 quirópteros (su nombre científico) de la familia de los murciélagos egipcios de la fruta, repartidos en dos cuevas. Para entenderles adaptaron los algoritmos de aprendizaje de voz utilizados en humanos, los mismos que se usan en los reconocimientos de voz de los teléfonos móviles. Después, los expertos entrenaron ese algoritmo con unas 15.000 llamadas de siete hembras adultas, que constituyó el repertorio total de sonidos recogidos en el experimento. Los audios de cada ejemplar se vinculaban a las imágenes continuas de los vídeos.

El resultado fue que ese algoritmo logró desentrañar el 61% de sus gruñidos. E incluyó evidencias concretas de que se trata de una especie con un sistema de comunicación bastante sofisticado y que aprenden de su vida en comunidad. No es algo innato o que les llegue de serie con su nacimiento, algo que sí ocurre con su sistema de sonar natural para evitar accidentes en su casi permanente vida en la oscuridad.

Y parece que las conversaciones en las ciudades murciélagas no difieren demasiado de las que se producen en las humanas. Tras clasificar la intensidad, duración y repetición de sus sonidos, quedó claro que tenían que ver con: el sueño, la comida, su perching (dónde y junto a quién se cuelgan) y los intentos de apareamiento no deseados. Yovel dice estar en condiciones de escribir un pequeño diccionario con expresiones como ¡muévete! o ¡no me molestas!

Vis a vis alado

El sistema de decodificación creado por estos israelíes fue tan preciso que también les ha permitido identificar, aunque con un poco menos de exactitud, a quién estaba dirigido cada llamamiento y a predecir las consecuencias de los desacuerdos, revelando en qué casos acabarían separándose unos congéneres de otros. Y cuál de los implicados en la pelea tendría que cambiar de barrio.

«Hemos demostrado que un gran volumen de vocalizaciones de murciélagos que antes se pensaba que todas significaban lo mismo y que era algo así como ¡sal de aquí! contienen mucha y más rica información», se explaya Yossi Yovel. Con todo ello, el jefe del laboratorio concluye que estos sonidos contienen información sobre las identidades del individuo que chilla y de su destinatario. Yeso implica un factor de reconocimiento, lo que está ayudando a entender los motivos y el entorno de la conversación. Y, claro, el resultado de la discusión, se insiste en la presentación de un trabajo cuyos fundamentos están disponibles en la propia web de su autor (http://www.yossiyovel.com/index.php/publications).

Estudiar a estos animalillos, más propios de cuento de terror, puede descifrar muchas claves del reino animal. Los murciélagos son uno de los mamíferos más sociales. Muchas de sus 1.200 familias distintas navegan juntas, forrajean (comen) juntas, o comparten colonias residenciales. Por eso, la Neuroecología es una incipiente rama que pretende aprender de esos comportamientos gregarios, de un altruismo recíproco que coloca a estos seres entre los que manifiestan un más alto grado de comportamiento cooperativo.

No es el primer avance sobre estos seres que hace público Yossi Yovel, biólogo y físico de creciente prestigio. Junto a su equipo ha desarrollado innovadores sistemas de rastreo en miniatura que se pueden colocar en el lomo de estos voladores para conocer mejor sus pautas de comportamiento. Desde los más pequeños GPS del mundo, con audio y vídeo, hasta sensores analógicos que miden su fisiología (desde electroencefalogramas hasta el ritmo cardíaco) para medir las señales físicas y medioambientales de estos sorprendentes seres. Algunos pueden volar a mil metros de altura y otros, como el murciélago abejorro, disponen de un minicerebro de apenas 100 miligramos.

De esta forma también se están mejorando los conocimientos de ese localizador natural (biosonar), ese sexto sentido que les permite navegar casi sin ver pero sin darse trompazos. Las primeras reacciones a estos avances los sitúan mucho más allá de la simple anécdota científica. «Es como hallar la piedra Rosetta de los comportamientos sociales animales», valoró la profesora de Ecología y Biodiversidad del University College de Londres, Kate Jones, que apunta que esta técnica «podría ser utilizada para arrojar luz sobre cómo se comunican otras especies».

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