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Brigadistas del Infoca aguardan su turno para subir al monte
Los combatientes del peor incendio del verano

Los combatientes del peor incendio del verano

La orografía de la sierra de Lújar, sin apenas accesos, dificultó la labor a pie de los bomberos: «ahí dentro pierdes la noción geográfica y no sabes ni cuánto llegas a andar»

ideal.es |

Domingo, 12 de julio 2015, 01:00

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El pasado viernes, el Infoca dio por estabilizado el terrible incendio de la Sierra de Lújar que, en apenas 44 horas, calcinó todo el monte, dejando un paisaje desolador. Las llamas, que obligaron al desalojo de más de 600 personas de municipios como Lújar, Los Carlos, Olías o Fregenite, se extendieron descontroladamente durante casi dos días, llegando a ser visibles desde numerosos puntos de la costa, acercándose incluso a Motril.

Mientras se investiga si el origen del fuego de Gualchos pudo estar en una chispa del tendido eléctrico, los operarios del Infoca terminan con las labores de extinción de un incendio que parece ya completamente controlado. Estos operarios, precisamente, han sido unos de los grandes protagonistas de este drama forestal, ya que durante toda la semana han combatido el fuego sin descanso, a pesar de las duras condiciones y de la compleja orografía de la sierra de Lújar.

Los combatientes del peor incendio del verano

Un grupo de brigadistas del Plan Infoca de la Junta de Andalucía aparece en tres vehículos todoterreno de la Consejería de Medio Ambiente en el área escogida por el Puesto de Mando Avanzado para dirigir las operaciones contra el incendio forestal que ha devastado la sierra de Lújar. Una veintena de hombres, embutidos en sus uniformes verdes y amarillos descienden de los vehículos tras aparcar en el camping elegido como base en Castell de Ferro. El avance del fuego hacia la localidad de Lújar obligó a trasladar el puesto la noche anterior hasta la Costa. Los efectivos que llegan son hombres de refresco desplazados desde la provincia de Málaga. En las chaquetas que algunos llevan puestas quedan aún restos de tizne de los fuegos apagados en otros lugares. Especialista, se puede leer en la pechera de uno de ellos. Jefe de grupo, desvela la de otro. Son las cuatro y media de la tarde y en un par de horas entrarán en acción.

Vienen a relevar a los compañeros que han estado durante dos jornadas batallando contra las llamas que se están tragando la sierra lujeña, un frondoso bosque de pino, alcornoque, encina y monte bajo que ya no volverá a ser el mismo nunca más. Entre los componentes del amplio dispositivo se encuentran los brigadistas del Centro de Defensa Forestal (Cedefo) de Puerto Lobo, situado en Víznar. A él pertenece Francisco Vílchez, uno de los bomberos forestales que se juegan la vida por extinguir los fuegos del monte. Su rostro destila cansancio. El sudor se mezcla con los restos de hollín del bosque quemado que le ha salpicado la cara y los ropajes. Sonríe al saludar. Aunque nacido en Barcelona, su familia es oriunda de Cáñar, en la Alpujarra granadina, un lugar que ha sufrido alguna que otra vez las consecuencias del fuego.

Es la primera vez que este técnico de Operaciones del Cedefo Puerto Lobo ha pisado la sierra de Lújar. «No la conozco, no había estado aquí», reconoce. No había sido necesario hasta ahora. «Es una sierra compleja, con una orografía difícil. No hay apenas accesos y es complicado llegar a los puntos donde se encuentra el fuego», comenta. Reconoce que las primeras horas del incendio declarado en el término municipal de Los Gualchos-Castell de Ferro fueron complicadas. «El fuego se revolvía muy rápido y con mucha violencia. Además, estaba muy cerca de varios núcleos de población», explica. Las llamas, en cualquier incendio, son traicioneras. Al aire libre, rodeadas de vegetación y con viento, más aún. Apesar de su experiencia, Vílchez admite que en las entrañas de un fuego forestal se pasa miedo. «Un poco, pero hay que sobrellevarlo», asegura. «Hay que andar con mil ojos», expone. Sobre todo, si se trata de una sierra como la de Lújar, donde la «carga de combustible», como ellos llaman a la vegetación, es amplia y densa.

Largas jornadas

La estrategia a seguir para combatir el fuego la marcan desde el Puesto de Mando Avanzado. Los bomberos forestales se guían por lo que les indican desde la dirección de extinción, aunque sobre el terreno son ellos quienes deciden por donde atacar las llamas que les miran a los ojos. El pasado miércoles, Francisco Vílchez estuvo de diez a doce horas ahí arriba, batallando junto a 38 personas más que le acompañaban y que forman parte de los cinco retenes de tierra más dos camiones.

A las 10.45 horas del miércoles recibieron el aviso en el Cedefo. Un helicóptero les desplazó a la zona y poco después ya estaban apagando el fuego. A las 21.45 horas, ya sin visibilidad, se retiraron a descansar y otros compañeros cogieron el relevo. Y ayer, otra vez a la carga. «Estamos bastante cansados», espeta antes de despedirse. Ayer se bajó de la montaña más pronto, para informar al puesto de mando de lo que habían visto sus ojos sobre el terreno. En esos instantes la situación estaba cambiando y parecía que el fuego empezaba a remitir, aunque seguía activo. Su trabajo aún no había terminado del todo, pero el refresco llegado desde Málaga les permitió tomarse un respiro a él y sus heroicos compañeros, los verdaderos protagonistas de la lucha contra el fuego.

Ayudado al pueblo vecino

Javier Olea y José Antonio López son otros de esos héroes anónimos que se han esforzado por dar lo mejor de sí en la lucha contra el incendio de la Sierra de Lújar. Ellos no han estado frente a las llamas, pero sí fueron de los últimos en abandonar Lújar la noche del miércoles, cuando el fuego empezó a rodear el pueblo y salir de allí comenzó a ser una tarea arriesgada. Olea es el jefe de la Policía Local de Gualchos-Castell, y López, voluntario de Protección Civil de l misma localidad. En Lújar no hay puesto de Policía y su grupo ejerce de apoyo en la zona cuando es necesario. Entre Olea y tres agentes más coordinaron gran parte del dispositivo para evacuar el municipio lujeño.

«Trabajamos en colaboración con la Guardia Civil y con voluntarios de Protección Civil como José Antonio, y coordinados con el alcalde de Lújar y la alcaldesa de Gualchos. A pesar del desastre que supone este incendio, estamos contentos del trabajo realizado, porque el nivel de colaboración ha sido muy positivo. Hemos contado con dos hospitales de campaña de Motril y un dispositivo amplio de Cruz Roja. Aquí no disponemos de muchos medios», detalla Javier Olea.

Su labor más compleja fue la evacuación, que fue rápida y efectiva, en gran medida porque el pueblo es pequeño y «casi todo el mundo estaba en la calle». La mayoría de los 200 habitantes del pueblo Lújar tiene 412 personas empadronadas que se reparten también por los anejos estaban expectantes y preocupados ante la cercanía de las llamas. Sólo unos pocos permanecían en sus domicilios.

«Utilizamos el coche patrulla y la megafonía para ir avisando a todos del desalojo. Fue voluntario y muy participativo. Casi todo el mundo estaba ya a esa hora esperando a la entrada del pueblo, por lo que fue más sencillo. La única dificultad fue ayudar a las personas mayores impedidas», relata el jefe de Policía de Castell de Ferro. Esa noche, en el pueblo, se quedaron el alcalde y algún operario. «Era una noche perfecta para robar», añade. Ni el furor del fuego apaga otras llamas también dañinas.

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