Doña Pilar, cien años después

El diario El Defensor de Granada informaba aquel 12 de mayo de 1916 de «la verdadera invasión de rifas de todo género en las calles de Granada, con las cuales se saca dinero al público y más de una vez se engaña a los incautos». Los gacetilleros también se hacían eco de una estadística «vergonzosa» (sic) que decía que el analfabetismo en las mujeres de Granada alcanzaba el 79%. En el apartado 'Ecos de vida', el rotativo recogía un apunte sobre la visita a Granada de la princesa Dolpowsky. Pero aquel día también ocurrió otro hecho no menos destacado que hoy se ha convertido en noticia. En una casa situada en el Paseo de la Bomba, justo donde terminaba Granada y empezaba la Vega, nacía una preciosa niña que se llamaba Pilar Castaños Fernández. Sí, Doña Pilar cumple este jueves cien años. Y una de las primeras satisfacciones que se llevará, después de que su cuidadora Lyubina la levante, le prepare el desayuno y la acomode en el salón, será verse en IDEAL, ese periódico que le pasan todas las mañanas por debajo de la puerta y que lleva toda su vida leyendo, como ella misma reconoce.

Una jornada importante para ella. «Estoy viva», comenta varias veces durante la entrevista. Una fecha redonda. Doña Pilar forma parte ya del 'club' de los centenarios. Sólo hay 56 granadinos que superan el siglo. Ellos son la Historia (con mayúsculas) de Granada. Doña Pilar, la que daba limosna a un fraile descalzo que tocaba todas las semanas a la puerta de su domicilio y que se llamaba Leopoldo. La que jugaba con Laura, la hija única de Fernando de los Ríos, y con las hermanas de Federico García Lorca. La que tiene tres hijos, ocho nietos y nueve bisnietos. La que este sábado, en el transcurso de una celebración como Dios manda, recibirá cientos de besos de una familia que la quiere, la admira y la cuida. Aunque no necesitó a nadie que le ayudara hasta los 95 años y hasta los 96 se iba todos los meses de agosto una semana a Capileira en compañía de sus amigas. «Siempre ha sido muy independiente y autónoma», cuenta su nieto Álvaro.

Doña Pilar es una mujer con mucho carácter. Sin pelos en la lengua. De las que hablan a la cara y miran a los ojos. De las que ven y solo a veces callan. «¿Qué opina usted de todo lo que está sucediendo en el Ayuntamiento de Granada?», le pregunta este plumilla. «Que cada cual haga lo que quiera, para bien o para mal», responde sin vacilaciones y desde una premeditada neutralidad. Doña Pilar es una mujer que se confiesa muy creyente y también muy admiradora de Fray Leopoldo, el mismo que iba a su casa pidiendo caridad -tiene varias estampas y fotos suyas repartidas por su domicilio-. Matrimonió con Manuel, que era boticario y cuya familia regentó algunas de las cafeterías con más abolengo de la Granada de siempre, Royal en la plaza del Carmen y Hollywood en la Gran Vía. Tiene tres hijos, ocho nietos y nueve bisnietos. En Granada sólo reside Manuel, su primogénito -después vinieron Gonzalo y Pilar-, y que habla de su madre como «una señora que siempre ha tenido las ideas muy claras y también muy enérgica hasta que la salud se lo ha permitido».

Doña Pilar fue también la última propietaria, hasta 1978, de la Fundición Castaños, que se hallaba al final del Paseo del Salón junto al Puente Verde. Esta empresa, referente de la Granada industrial de la primera mitad de siglo XX, daba empleo a más de ochenta personas. Trabajan el hierro y el aluminio. Y de sus hornos salieron piezas que hoy día se pueden ver en Granada como la verja del palacio de la Subdelegación del Gobierno o las estructuras metálicas que sostienen la pérgola de la estación de trenes de Granada. También muchas bajantes llevan El Torreón, el distintivo de la Fundición Castaños, donde se fabricaron bombas cuando la factoría fue militarizada en 1936.

Doña Pilar. Cien años. Hoy ella es noticia.