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El atraco solidario
opinión

El atraco solidario

A poco que dé dos pasos por una calle del centro de Granada, un simpático joven se alinea con su marcha y le pregunta si conoce la oenegé para la que trabaja. No será el último.

josé e. cabrero

Domingo, 29 de noviembre 2015, 00:07

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Si ha paseado por Granada ya sabe de lo que le estoy hablando. Digamos que son las cinco de la tarde y que quiere cruzar una calle del centro. Puentezuelas, por ejemplo. Entra desde Recogidas y, a poco que dé dos pasos, un simpático joven se alinea con su marcha y le pregunta si conoce la oenegé para la que trabaja.

-Sí, la conozco.

-¿Y por qué no se para y le cuento un poco más?

-No, lo siento, tengo prisa.

-Venga, será un momento.

-No, gracias.

-Bueno, si quiere le puedo acompañar mientras se lo cuento.

-¿Qué?

-Que camino con usted y le cuento.

-No, no. Le digo que no me interesa.

-¿Seguro?

-Que no, joder.

-Bueno, vale, ¿eh? Tampoco es cuestión de faltar...

El joven se desprende de su lado, como el sobrante de un cohete que va a la Luna, y vuelve al inicio de la calle; a su puesto. Usted sigue caminando, un poco avergonzado por la respuesta borde que, quizás, no era necesaria. Al llegar a la iglesia de la Magdalena, dos jóvenes -chico y chica- que visten el chaleco de la misma oenegé le miran de reojo, luego se miran entre ellos y, finalmente, le dejan pasar. Relajado, prosigue su marcha hasta llegar a la Facultad de Traducción, donde otra joven, de la misma oenegé, le sonríe con una dulzura suprema:

-¿Conoce el trabajo de esta oenegé?

-No. No me interesa, gracias.

-Pfff...

El sonido de mofa va acompañado de un gesto de desdén francamente molesto. ¿Se da la vuelta y le responde con sincera y merecida malafollá? No, pasa. Pero nada puede evitar que piense, con todo el dolor, que no hay derecho. Que no se merece esto. Ni usted ni la oenegé.

Granada está ocupada por 'comerciales solidarios'. Escenas como la de la calle Puentezuelas se repiten a diario por todos los barrios de la ciudad (esto es un tema nuevo).

Entiendo, por supuesto, que las oenegés necesitan financiar sus proyectos y que deben usar todas las herramientas que imaginen para alcanzar sus -nobles- objetivos. Pero estamos llegando a niveles absurdos. ¿No se dan cuenta de que estas medidas tan invasivas generan el efecto contrario? Sé que es una visión muy romántica del asunto, pero creo que las oenegés deben ser -y parecer- ejemplares. Tanta gente en la calle, pensando únicamente en la prima que se llevarán por captar un socio más, quizás sea contraproducente.

(A modo de reflexión, una pregunta para la que no tengo la respuesta clara: ¿no deberían ser voluntarios?)

No quisiera atacar a las oenegés. No, más que nada, porque yo soy uno de esos que cuando dice que conoce la oenegé en cuestión lo dice porque la conoce, porque es socio y porque decidió, en su momento, soltar la pasta. Y no lo hice por 'soltar la pasta' y correr, con la conciencia más tranquiliza y adormecida. Lo hice porque creía, de corazón, que debía hacerlo. Porque quería hacerlo. Porque busqué hacerlo. El hecho de que haya una persona que insista, que se me pegue al costado mientras camino y que encima me haga sentir como un ser despreciable, no es buena idea. No, al menos, conmigo.

Pdt. De los vendedores de colonia de Zacatín que te ponen el frasco en la nariz para que esnifes su producto hablamos otro día. Que vaya tela.

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